martes, 14 de noviembre de 2017

Noventa días. Parte II: Buscando trabajo

Mi proceso de búsqueda de trabajo comenzó el día viernes 26 de mayo del 2017. Salimos de casa de mi primo, muriendo de frío, en una mañana que no superaba los 8º. Lo primero que hicimos fue actualizar nuestros CV, ya que en Chile estos deben ser más sencillos, con la información esencial de contacto, sin tanta parafernalia. Incluso nos sorprendió saber que colocar una foto era algo inusual por estos lares. Comenzamos en un ciber ubicado en la calle Colo Colo con Valdivia, frente al icónico -y único- McDonald´s de la ciudad de Los Ángeles. Allí simplificamos nuestros CV e imprimimos unos treinta cada uno. ¿Por qué tantos? Pues para aumentar las posibilidades de éxito.

A repartir CV
Es bien conocido que en Chile necesitas una visa de trabajo para poder laborar legalmente. Para poder tramitar esta visa es necesario un contrato o una propuesta laboral -esta última solo válida para profesionales con título universitario apostillado. Pero nadie te va a contratar si no tienes RUT o al menos una visa en trámite. Entonces, ¿cómo hace uno? Pareciera un círculo vicioso sin salida. ¿Cómo se procede? Pues más o menos de la siguiente manera. Advertencia, esto no es un proceso categórico e infalible; es solamente un relato del modo en que procedimos, según ciertas recomendaciones que nos dieron.

Para comenzar, uno debe optar a algún trabajo temporal, sin contrato, e incluso, de paga diaria. Esto es porque para un empleador chileno, es una responsabilidad muy grande contratar a alguien, especialmente un extranjero, sin conocer sus hábitos laborales y personales. Un trabajo temporal, como vendedor, bodeguero, limpiador, entra otros, permite dar a conocer tus habilidades y destrezas, además de tu personalidad. Esto sería como un periodo de prueba, en el que si das una buena impresión de tu carácter laboral, y con un poco de suerte, puedes salir contratado por el empleador, o al menos recomendado para laborar en otra empresa o negocio. Una vez contratado, uno puede dirigirse a la Oficina de Migración y Extranjería más cercana, con el contrato notariado, y comenzar el trámite de la visa.

Es importante que este trámite inicie antes de culminar los primeros noventa días en el país. Sino, se tiene que solicitar una prórroga en la oficina más cercana de la PDI, y pagar una cierta cantidad. 

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Modelo de RUT chileno
Nosotros comenzamos a repartir CV ese mismo día. En cualquier tipo de local, negocio o tienda, sin fijarnos en si buscaban o no personal. Por primera vez en mi vida, me enfrentaba a este tipo de proceso de búsqueda de empleo. Yo solo había trabajado dando clases en dos liceos, cuyo proceso de búsqueda se limitó a una llamada telefónica un día, una entrevista el siguiente, e iniciar actividades al tercer día. Ahora tenía la novísima tarea de ofrecer mis servicios en cualquier área: como vendedor, cajero, almacenista, personal de mantención -o mantenimiento, en Venezuela-, guardia de seguridad, entre otros muchos oficios. En el 75% de los casos, solo nos recibían el CV con un cortés interés. En unos pocos casos, diría el 20%, nos preguntaban por oficios anteriores, por si teníamos visa o RUT, o disponibilidad de tiempo y traslado. Estos casos nos llenaban de esperanza. Un 5% nos rechazaba de pleno el CV, por varias razones -falta de RUT, suficiente personal, no estaban interesados. Estos últimos, aunque pocos, eran duros golpes a nuestra moral, ya tambaleante.

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Plaza de Armas de Los Ángeles
Cubrimos casi todo el centro de Los Ángeles los primeros dos días. Caminamos y caminamos, por calles y avenidas desconocidas, con el frío metiéndosenos por cada resquicio del cuerpo. El domingo -el tercer día de nuestra llegada a la ciudad- tomamos un "descanso". Por la simple razón de que ningún negocio estaba abierto. En este punto, el consejo general era "no desesperen", "el trabajo puede tardar", "esperen con paciencia que los llamen", pero resulta que en una situación así es muy fácil perder la esperanza. Sobre todo cuando pasaban los días y nadie llamaba, solo nos limitábamos a seguir en nuestra repartición de CV, cada vez más escasos, en cada vez menos lugares. Asistimos a varias entrevistas, incluso llegamos a ir a la ciudad de Concepción -a unas tres horas de acá- por una llamada. Fuimos al sótano de un hospital. A tiendas. A hoteles. A funerarias -no es broma. Pero no pasaba nada. Ya llevábamos una semana buscando, y nada pasaba. No nos preocupaba tanto la falta de dinero, pues teníamos una base que podría durarnos varias semanas. Nos preocupaba el correr de los días, ver como de noventa pasábamos a ochenta, luego a setenta, y así, hasta que tarde o temprano el último grano de arena cayese sobre nosotros y nos dejara completamente fuera de base. Sin vergüenza admito en este punto que pasamos muchas tardes y noches de llanto ahogado y silencioso, acompañándonos el uno al otro, o solos en alguna para mientras el otro iba a alguna entrevista. Llorábamos por la desesperación, por la falta de oportunidades. Llorábamos por la lejanía de todo lo que conocíamos y nos daba seguridad. Lloramos mucho, ante lo desconocido y la incertidumbre que nos oprimía el pecho al cerrar cada día.

Al cabo de dos semanas, llegó un destello de luz. Un señor, con antecedentes de trabajar con extranjeros, tenía una vacante para trabajar. Ambos nos dirigimos a su local en la Av. Ricardo Vicuña. Solo me llamó a mí. Eso ocurrió el lunes 5 de junio. Esa misma mañana, recibí el adiestramiento de todas mis funciones en el local de comida rápida. Pensé que solo sería el cajero, pero tenía que hacer de todo, desde disponer las mesas y sillas del local por las mañanas, hasta llevar la contabilidad diaria del negocio, pasando por el aseo y limpieza diario. Era un trabajo sin contrato, de paga diaria, pero me servía para un doble propósito: comenzar a ganar dinero, en lugar de agotar nuestras reservas, y tener la oportunidad de un contrato.

Pocos días después, Ronny también consiguió un empleo temporal en una tienda del centro. Así, de la noche a la mañana, nuestras plegarias fueron oídas. Este proceso de búsqueda de trabajo pareció más un asunto de suerte y fe que otra cosa. Pero apenas era el comienzo. Lloramos una o dos veces más, por agradecimiento y nostalgia, pero ya sin esa asfixiante sensación de pavor que nos llegaba con cada atardecer. Solo Dios sabía lo que habíamos pasado, y lo que aún faltaba por pasar. A nosotros nos llevó tres semanas dar con un empleo. Otros tardan meses en conseguirlo. Algunos, lo consiguen al día de llegar. Esta fue nuestra experiencia. Y sé que muchos pasaron por algo similar, o ignoran lo que se siente la búsqueda implacable durante los primeros días. ¿Tú que opinas? Déjame tus comentarios y preguntas, y yo te responderé. Más adelante, seguiré relatando las agridulces experiencias que me dejó este primer empleo, y mi llegada al oficio de panadero que satisface mis días actualmente.

Instagram: @jdar1992
Facebook: José Daniel Alvarado

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